Alargó su mano para trazar el contorno de mi cintura con sus dedos. Aguanté la respiración, mientras sentía el tacto fantasmal de su
mano recorrer mi cuerpo por encima de la tela del vestido. Y justo cuando
estaba convencida de que iba a dejarse de preliminares para aferrar mi cintura
con fuerza, retiró el brazo en un movimiento inesperado.
—¿No tenías nada mejor que ponerte? —preguntó, mientras una sonrisa canalla revoloteaba en sus labios— ¿O es que pretendes lanzarme un mensaje subliminal?
—¿No tenías nada mejor que ponerte? —preguntó, mientras una sonrisa canalla revoloteaba en sus labios— ¿O es que pretendes lanzarme un mensaje subliminal?
—Día de colada. No encontré nada más en el armario y tuve que
conformarme con esto —mentí descaradamente.
Lo cierto es que ese vestido era, con diferencia, lo mejor que
tenía en el armario. Pero llevaba asociados demasiados recuerdos —los
probadores de Saks, la fiesta de cumpleaños de Edward, el modo en que me lo
quitó lentamente en la suite esa noche—, así que había preferido no volver a
ponérmelo.
Hasta esa noche. Y ni siquiera sabía porqué lo había hecho. Puede
que realmente estuviera tratando de enviarle un mensaje subliminal a Edward y
ni siquiera yo me había dado cuenta de ello.
—Pues déjame decirte que te sienta demasiado bien —dijo,
inclinándose sobre mí para susurrar unas cuantas palabras más en mi oído—. Esta
noche estás preciosa.
Cerré los ojos, dejándome envolver por su calor y por su cercanía.
Si hacía un esfuerzo de imaginación, podía borrar ese maldito anillo de
compromiso y pensar que Edward era solo para mí.
Escuché con claridad como tomaba aire para hablar de nuevo,
probablemente con la intención de relatarme con todo lujo de detalles cómo
planeaba deshacerse de ese vestido. Pero no lo hizo. Mantuvo el aire en los
pulmones durante un par de segundos eternos y luego lo dejó escapar lentamente.
Se estaba reprimiendo. Abrí los ojos y confirmé mis sospechas al
contemplar su expresión, súbitamente contenida. Cualquier rasgo de diversión o
provocación había desaparecido de su rostro y supe que estaba haciendo un
esfuerzo por mantener las cosas entre los dos bajo control. Por no hacer de esa
noche algo más difícil de lo que ya era de por sí.
Y eso me hizo caer rendida a sus pies un poco más.
—No sabes cuánto me cuesta contenerme cuando estoy a tu lado —confesó
en un murmullo quedo.